octubre 27, 2015
by Nora Gámez Torres, El Nuevo Herald

Los cubanoamericanos detrás del cambio de política hacia Cuba (parte 1)

Un grupo de poderosos empresarios y profesionales cubanoamericanos trabajó discretamente durante una década promoviendo un cambio de política hacia Cuba como el que finalmente fue anunciado por la Casa Blanca el 17 de diciembre.

El Cuba Study Group (CSG), una organización sin fines de lucro que se define como apolítica y que aboga por “la reconciliación” y “el desarrollo de la sociedad civil de Cuba”, contribuyó a “abrir la puerta del clóset” y crear el espacio político que le permitió a Barack Obama cambiar el rumbo de las relaciones entre los dos países, afirma su presidente, el empresario Carlos Saladrigas.

Desde su fundación en el 2000, la organización se centró en buscar “políticas inteligentes con respecto a Cuba… nos dimos cuenta de que era más importante ayudar al pueblo cubano que tratar de dañar al gobierno, porque el pueblo cubano perdura, los gobiernos cambian. Y enfocarse en el pueblo cubano es el modo más efectivo, a la larga, de traer los cambios a Cuba”, explica Saladrigas.

Si la retórica parece similar a la empleada por la Administración para explicar la nueva política hacia Cuba, no es una coincidencia.

“Ellos estuvieron a la vanguardia de la creación de este cambio de política y no me queda duda de que el 17 de diciembre no hubiera ocurrido sin ellos y sus años de trabajo”, asegura James Williams, actual director del grupo de cabildeo Engage Cuba, que aboga por la eliminación de restricciones de viajes y comercio con Cuba.

El CSG no actuó solo. De hecho, Williams, desde su anterior empleo en el Grupo Trimpa—una consultora política basada en Denver—se encargó de coordinar una campaña en el 2014 para presionar por el cambio de política, a la que se sumaron varias organizaciones y actores políticos, entre ellos el Cuba Study Group y otras organizaciones cercanas como Cuba Now, según documentaron los autores del libro Back Channel to Cuba, The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana en un artículo para la revista Mother Jones.

Sin embargo, el involucramiento del CSG en la promoción de una nueva política hacia Cuba antecede en más de una década a la campaña reseñada en el artículo, aunque se acrecentó desde el 2009, tras la elección de Obama.

“Ellos fueron los actores iniciales que tomaron el riesgo y dijeron que la política no funcionaba y teníamos que buscar algo diferente, pero lo dijeron basados en el diálogo y la investigación”, valora Ted Piccone, investigador principal de Brookings Institution y analista de las relaciones EEUU-Cuba.

“Fueron influyentes en varios sentidos. Primero por quiénes eran: un grupo de líderes de negocios cubanoamericanos” con experiencias “personales y de negocios”, que podían “introducir nuevas ideas en el debate y promover el diálogo”, agrega.

Además de Saladrigas, presidente de Regis HR Group y ex presidente del Premier American Bank, destacaban entre sus miembros Alfonso Fanjul (Presidente y CEO de Fanjul Corp. y de Florida Crystals Corporation), el ex embajador de EEUU en Bélgica Paul L. Cejas, César L. Alvarez (presidente y CEO de la firma Greenberg Traurig LLP) y Roberto Goizueta (hijo del ex presidente de Coca-Cola). Cejas, Alvarez y Fanjul ya no forman parte de la organización, pero otro miembro de la familia Fanjul, Andrés Fanjul, se mantiene en la junta directiva del CSG.

Williams, por su parte, destaca que los miembros de esa organización “fueron increíblemente inteligentes y estratégicos en influir a la comunidad cubanoamericana y educar a los encargados de trazar las políticas en Washington, DC acerca de los cambios en el apoyo de los cubanoamericanos”.

“Fueron los abuelos de este cambio de política y se merecen enorme crédito”, asegura.

¿Quiénes son “los abuelos”?

“El grupo empezó a raíz del caso de Elián González basado en la desesperación de que, como fuerza opositora de cambio en Cuba, estábamos siendo altamente inefectivos”, comenta Saladrigas, quien inicialmente se declaró en contra de levantar unilateralmente el embargo y criticó al gobierno de Bill Clinton por el empleo de la fuerza para devolver al niño a Cuba.

Sin embargo, la organización pronto se desligó de las posiciones tradicionales del exilio cubano y comenzó a estudiar vías para promover una política más conciliatoria; trabajó para establecer alianzas con otras organizaciones (por ejemplo, a través de su participación en la plataforma de diálogo facilitada por la Iglesia Católica entre organizaciones del exilio conocida como Consenso Cubano); y fue pionero en proponer el apoyo al incipiente sector de los trabajadores por cuenta propia en Cuba como modo de fortalecimiento de la sociedad civil de la isla.

Desde el inicio, sus argumentos fueron duramente cuestionados, tanto en Washington como en Miami, donde incluso se organizaron protestas contra las encuestas que comenzó a comisionar el grupo para, como dice Saladrigas, “tomarle el pulso al exilio”.

Encabezando una de esas marchas, estuvo el entonces congresista Lincoln Díaz Balart, un poderoso rival político que se opuso desde el inicio a los planteamientos del grupo.

Díaz-Balart fue uno de los artífices de la política que hoy el presidente Obama quiere desmantelar. Desde su puesto en la legislatura, dijo que la agenda de Saladrigas y el grupo que presidía fue percibida como “mercantil”, motivada por el deseo de “hacer negocios con el régimen… y siempre fue muy limitada en su eficacia”.

Sin embargo, el discurso más moderado de la organización ciertamente resonó con las ideas del entonces senador por Illinois, Barack Obama, quien en su campaña del 2004 ya había declarado que “es tiempo de eliminar el embargo a Cuba… que ha fallado completamente en el esfuerzo de derrocar a Castro, que ha estado ahí desde que nací”, aunque luego prometiera lo opuesto en un acto de su campaña en la sede de la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), donde también abogó por el levantamiento de las sanciones a los viajes y remesas familiares impuestas por la administración de George W. Bush.

Saladrigas reclama algún crédito en este último punto (“tuve la oportunidad de aconsejar qué poner en ese discurso”) pues el grupo abogaba por la reunificación de las familias cubanas, aunque no era el único, pues la FNCA también pidió la modificación de esas restricciones, sobre todo, para enviar ayuda humanitaria después del paso por Cuba de los huracanes Gustav y Ike en el 2008.

Pero Saladrigas explica que su línea de comunicación con Obama precede incluso a su primera campaña electoral.

Alrededor del 2005, “antes de que Obama se declarara candidato (a la presidencia), Joe Arriola [ex administrador de la ciudad de Miami] lo conoció en Chicago y llega a Miami y nos cuenta a mí y a otros que ha conocido a ese señor, que tiene un futuro extraordinario en la política norteamericana. Lo invita a venir a Miami y tuvimos una cena privada con él en casa de Jorge Pérez, el desarrollador urbano”, cuenta Saladrigas, y agrega que Obama “mostró mucho interés en el tema” cubano.

“Le hablábamos sobre Cuba y la necesidad que veíamos de un cambio de política, porque ya estábamos convencidos de que el embargo, lejos de ayudar a que Cuba cambiara, estaba ofreciéndole gratuitamente una legitimidad innecesaria al gobierno cubano”.

No sería el único encuentro de Saladrigas con el Presidente, al cual donó alrededor de $10,000 para sus dos campañas.

“Cuando lo eligen presidente me invitan como candidato a un puesto en la administración y tuve la oportunidad de ir a verlo a Chicago cuando todavía no había tomado el cargo. Cuando llego a la cita lo primero que me dices es ‘yo estoy muy consciente del trabajo del Cuba Study Group y le debo mi presidencia a la labor que ustedes han hecho en Miami’… Nos pasamos prácticamente la entrevista completa hablando de Cuba y la necesidad de cambiar la política norteamericana hacia Cuba”.

La posibilidad de “presentarle a él y a su staff nuestros puntos de vista, los datos que estábamos obteniendo de las encuestas , creo que tuvo un gran impacto en permitirle a esta Casa Blanca sentirse con más libertad de tomar las políticas distintas que ha tomado hacia Cuba”, comentó.

La Casa Blanca confirmó en un comunicado que “la Administración ha trabajado estrechamente a lo largo de los años con las partes interesadas en la comunidad cubanoamericana, incluido el Cuba Study Group, como parte de nuestro esfuerzo continuo para renovar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Agradecemos su trabajo para ayudar a conseguir apoyo para los cambios en las políticas”.

El rol de las encuestas

Pese a que el gobernante Raúl Castro afirmó en la ONU que la restauración de relaciones diplomáticas con Estados Unidos fue resultado de “56 años de heroica y abnegada resistencia de nuestro pueblo”, en más de un sentido, el cambio de política tuvo más que ver con los cubanos que se fueron del país y se asentaron en la Florida.

En la antesala de las medidas anunciadas por Obama el 17 de diciembre, la lucha retórica acerca del cambio demográfico en la comunidad cubanoamericana y el apoyo o no a una nueva política dentro de este grupo, fue clave en toda esta historia.

En ese punto, el trabajo del CSG permitió “liberar de la camisa de fuerza” el debate y “llamar la atención sobre el cambio de opinión en la comunidad cubanoamericana en Florida y las encuestas realizadas en FIU [la Universidad Internacional de la Florida]. Esa fue una señal muy importante de que los vientos estaban cambiando”, opina Piccone.

Desde inicios de la década pasada, el grupo comenzó a comisionar encuestas que “demostraban que la comunidad cubanoamericana estaba evolucionando, que no era monolítica, cosas que ahora decimos como un hecho, pero recuerdo, estando en la campaña de George W. Bush o la de Mel Martínez, eran cosas que se debatían”, señala el director ejecutivo del CSG, Tomás Bilbao.

“Las hicimos por muchos años, luego otros las hicieron, el Miami Herald, FIU y en conjunto estas encuestas les dieron a los políticos americanos la idea de que el exilio de hecho estaba cambiando y eso empezó a permitir posturas que quizá no hubieran sido pensables antes de que se conociera este cambio en el exilio cubano”, opina Saladrigas.

En el 2007 y el 2008, el grupo apoyó financieramente las encuestas que desde 1991 conducían dos profesores de FIU, Guillermo Grenier y Hugh Gladwin. A lo largo de los años, el estudio también contó con la ayuda de Brookings Intitution, The Miami Herald, The Sun Sentinel, la Fundación Christopher Reynolds y en 2014, el Grupo Trimpa y la Open Society Foundation.

“Estoy reportando lo que está ocurriendo en la población, no maten al mensajero”, dice enfáticamente Grenier en su oficina de FIU. “Mi interés ha sido mirar los cambios en la población cubanoamericana. No soy un encuestador político”, explica el sociólogo, y destaca que muchas de las preguntas se han mantenido casi invariables, para poder estudiar las tendencias en el tiempo.

Según una fuente cercana a la campaña coordinada por el Trimpa Group y que pidió hablar bajo condición de anonimato, uno de los ejes centrales de esa campaña radicó en desplazar el debate hacia una zona que pudiera ser aceptable para los cubanoamericanos, de modo que la disyuntiva no fuera apoyar al exilio o al régimen de La Habana –y alejarse también de posiciones tradicionales de organizaciones de izquierda estadounidenses simpatizantes con Cuba– sino que se centrara en abogar por un nuevo enfoque ante la falta de resultados de la política de sanciones en promover cambios democráticos en la isla.

Por ello era importante, agrega, preguntas que permitieran conocer no solo las actitudes hacia el embargo sino también hacia políticas que reemplazaran las sanciones con mayor apoyo a los cuentapropistas y la presión en el tema de los derechos humanos.

La última encuesta de FIU incluye una pregunta similar y Grenier confirma que nació del diálogo con los patrocinadores de Trimpa, algo que no es inusual en estos casos aunque insiste que la mayor parte de la encuesta debe mantenerse muy similar para hacer comparables los resultados.

El profesor, quien dijo desconocer la campaña que en ese momento coordinaba el Grupo Trimpa, destacó los matices que logra aportar el estudio: “Lo interesante es que aún en 1991 la gente quería mandar medicinas, Y eso fue lo interesante desde el principio, que la gente quería mantener relaciones con individuos en la isla y… eso ha aumentado aunque el tema del embargo aún sigue casi 50-50”.

Pero Díaz-Balart, ahora un asesor político, se mantiene escéptico con relación a estos argumentos y cuestiona hasta qué punto las encuestas reflejan de modo preciso las opiniones sobre el embargo.

“Si le preguntas al cubano si apoya las tres condiciones que pusimos en la ley, o sea, la liberación de todos los presos políticos, la legalización de todos los partidos políticos y la convocatoria de elecciones pluripartidistas, te dicen que sí. Lo que pasa es que las preguntas que hace este grupo [CSG] y otros, nunca incluyen esos tres puntos y están en la ley, no son teóricos”, reflexiona Díaz-Balart.

Cuando “se le informa al encuestado, lo que está en la ley” el apoyo al embargo es “abrumador”, continúa. “Todo está en las preguntas”, afirma.

Como académico, Grenier considera que “uno no puede educar al mismo tiempo que va a preguntar, eso es un push poll. Si tú estás a favor o no del embargo, eso es lo que quiero saber”. Aunque entiende las dudas de los críticos, explica que la metodología de la encuesta es pública, así que les sugiere que la repliquen: “Eso es ciencia social. Aquí tienes las preguntas. Hazlo”.

Con las encuestas en la mano, su experiencia en el tema del “cuentapropismo” cubano y un estudio legal sobre la autoridad ejecutiva del Presidente para la modificación de la política hacia Cuba, el grupo se concentró después en persuadir a la Casa Blanca de que este era el momento de actuar.

(Lo que sigue: Conozca en detalle el amplio esfuerzo para persuadir a la Casa Blanca de que podía cambiar la política hacia Cuba sin correr mayores riesgos políticos a nivel interno.)

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