agosto 31, 2022
Kianay Anandra Pérez

Expediente Bécquer: Apuntes para un MeToo en Cuba

Lo principal de un trovador, y no quiero ser absoluto,
es la cuestión femenina, estar detrás de la jevita.
La guitarra es un pretexto (…)
Fernando Bécquer, en entrevista a Oni Acosta (2017)

Cuando, en octubre del 2017, el periódico The New York Times reveló las denuncias de numerosas actrices hacia el productor y ejecutivo cinematográfico Harvey Weinstein, el movimiento MeToo se convirtió en un fenómeno mundialmente reconocido. Las agresiones y acoso de carácter sexual cometidos por este hombre fueron un secreto a voces por casi tres décadas en la industria del entretenimiento. La frase fue utilizada por primera vez en el 2006, por la activista por los derechos civiles Tarana Burke, en la red social Myspace, intentando visibilizar a las mujeres negras abusadas sexualmente y apelando a la sororidad como mecanismo empoderador.

Dos años después en el 2019, la era del Me Too llegaría a Cuba a través de las denuncias de abusos que sufrió, por más de 15 años, Dianelis Alfonso Cartaya, conocida como la Diosa a manos del músico José Luis «El Tosco» Cortés, director de NG La Banda. Horas después se leían en redes etiquetas como #MetooEnCuba, #NoEstasSola y #DiosaYoSíTeCreo, que expresaban su apoyo a la cantante y, en algunos casos, compartían experiencias de acoso y abuso propias.

A raíz de esto, se creó en Facebook el grupo YoSíTeCreo en Cuba (en Instagram @yositecreocuba), que se denomina como una plataforma de apoyo a las víctimas de violencia machista en el país. Un grupo que logró convertir esas denuncias y mensajes de apoyo en la solicitud de una Ley Integral Contra la Violencia de Género en carta abierta dirigida a la Asamblea Nacional del Poder Popular y firmada por cuarenta ciudadanas cubanas, mujeres diversas con preocupación por la persistencia de la violencia de género en el país.

Denuncias a depredadores han curtido los medios nacionales desde entonces, algunas que no pasaron de la escena doméstica, y otras, a figuras mediáticas, forradas con sinónimos de hecho-aislado. Volvieron a la memoria nombres como el pintor cubano Agustín Bejarano, Alexis Leiva Machado (Kcho) o el testimonio de Mavys Álvarez, la cubana menor de edad abusada sexualmente por el futbolista Diego Armando Maradonna.

Nuevamente tuvieron que pasar dos años para que el movimiento volviera a tomar fuerza. En noviembre del 2021 el medio independiente cubano El Estornudo publica el reportaje Cinco denuncias de abusos sexuales contra Fernando Bécquer. Acto seguido, decenas de mujeres —residentes, no residentes en la isla, nacionales y extranjeras— aseguraban haber sufrido los mismos abusos que Any, Liliana, Claudia, Silvia y Patricia a manos del músico; testimonios transcurridos en un lapso casi de dos décadas y del conocimiento del gremio trovadorezco cubano cercano al artista.

Todas las víctimas se encontraban en una situación emocional vulnerable, acostumbraban frecuentar sus peñas y espacios. Allí procedía a ofrecerles una «consulta religiosa», en su casa, que luego se traducía en agresión sexual y para, finalmente, a través de la eyaculación o la penetración, dar fin a sus supuestos males.

En los testimonios recabados por El Estornudo son casi tanto o más impactantes que los hechos en sí, la postura de algunos cómplices, el pacto patriarcal. En el caso de Ariel Díaz dando como confiable y segura la casa de Bécquer, aun sabiendo lo que sucedía en ese lugar. Adrián Berazaín diciendo: “Asere, con ella no, ella es buena” y luego del artículo culpando a víctimas de inventarse esta frase a su nombre. Mauricio Figueiral con: “Coño, parece mentira que hayas caído en eso”, como si la culpable fuera la agredida. Y finalmente el apoyo fraternal entre sus compinches trovadores Ray Fernández y Raúl Torres.

Dicho reportaje tuvo una segunda parte, esta vez recopilando 16 nuevos testimonios. A la par que han saltado múltiples quejas de las testimoniantes en la red social Facebook por mensajes a través de distintos perfiles cuestionando la veracidad de sus denuncias. Sumado al primer caso de violación con penetración publicado en la revista Tremenda Nota.

De todas, alrededor de 6 o 7 mujeres hicieron la denuncia correspondiente. Las mismas, aseguran haber recibido asesoramiento legal por parte del CENESEX, y también acompañamiento especializado y terapéutico de la misma organización y del Centro Oscar Arnulfo. Les comunicaron, hace algunos meses, que el caso había pasado el proceso final de instrucción (investigación y confección del expediente), y se encontraba en Fiscalía. Esto nos da indicios de que el caso no está desestimado del todo. Se ha manejado que Fernando Bécquer tiene una medida cautelar, pero no hay confirmación de ello. No obstante, en la pasada noche del día 24 de marzo, salió el músico en un videoclip de un programa de la Televisión Cubana y esta no es la única vez desde que se pusieron las denuncias.

Parecería casualidad, pero justo el 9 de noviembre, un día después de la publicación del artículo en El Estornudo, salía a la luz la esperada Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género en la Gaceta 101 de 2021, normativa que aborda áreas distintas, las operacionaliza, ofrece plazos generales y responsabilidades institucionales. Ha sido calificado por activistas y especialistas en la materia como «un punto de partida», una especie de declaración política para ordenar ciertos temas relacionados con la violencia machista.

Casi de forma simultánea, el Cenesex, la FMC y otras instituciones oficiales, sin hacer mención específica de Fernando Bécquer y las víctimas, emitieron comunicados a través de sus respectivas redes sociales y plataformas, resaltando la voluntad estatal de responder ante las violaciones basadas en el género. Algunas hicieron mención de varias vías y espacios de ayuda: la línea telefónica, la Dirección de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales, las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia que existen en cada municipio, los consultorios médicos y policlínicos, Centros Comunitarios de Salud Mental y las estaciones de la Policía Nacional Revolucionaria.

¿Cuántas mujeres o cuerpos feminizados tendrán que ser violentados para que el Gobierno considere pertinente la aprobación y puesta en marcha de una ley integral contra la violencia de género? ¿Qué han hecho a 7 meses de lo ocurrido?

La existencia de espacio de ayuda no sustituye la necesidad de una Ley Integral Contra la Violencia de Género. Desde diciembre, Bécquer sigue en la calle, asistiendo a los mismos lugares, mientras denunciantes y aliades estamos esperando comparecerá ante la justicia por sus agresiones y si recibirá una condena máxima por sus acciones.

Ni la santería, ni Ifá, ni el palo monte o el espiritismo cruzado normalizan la violencia de género como tampoco aceptan ninguna práctica que violente sexualmente, por ende, el que podríamos comenzar a llamar “expediente Bécquer”, es un acto punible, completamente ajeno a los preceptos religiosos y ético-morales. Pero la no existencia en Cuba de marco legal para condenar abusos perpetrados por seudorreligiosos o en nombre de la fe les otorga a los abusadores cierta impunidad. Hasta el momento la Asociación Yoruba de Cuba no ha emitido criterio al respecto.

Inicialmente, en la gran mayoría de los casos, las sobrevivientes buscan un reconocimiento de lo sucedido, un espacio que les permita decir su verdad, contar su historia y sentir que no están solas. En un país como Cuba, donde la Ley No. 54 de 1985 (Ley de asociaciones), que restringe la capacidad de los ciudadanos (especialmente a las mujeres) de desarrollar redes de apoyo y cuidado, la libertad de expresión (y asociación) que otorgan las redes sociales las convierten en el lugar ideal para plantear el inicio de un debate tan necesario para la sociedad​. Esto apoya la idea de que la violencia de género debería ser parte de la agenda pública en los medios, al ser una cotidianidad a la que se enfrenta más de la mitad de la población.

Con independencia de las múltiples formas en que podamos tipificar la violencia de género o machista, la brutalidad de las experiencias en sí solo puede ser medida por las víctimas. Es un error típico en el proceso, por parte de las personas y de las instituciones cubanas, que para acompañar a las mujeres en situaciones de violencia de género necesitan construir credibilidad. La denuncia pública, como la ocurrida contra el trovador cubano Fernando Bécquer, es suficiente de acuerdo con la legislación cubana para que las autoridades pertinentes inicien una investigación. No es deber de la violentada acercarse a estos espacios si ya denunció de manera pública en algún medio. En todo caso, el interés sería el de las instituciones veladoras.

Las vías “formales” de ayuda, propuestas por el sistema legal cubano, tampoco han sido del todo efectivas. La línea confidencial (103) en un inicio era atendida por hombres, una falla grave dentro de la metodología de cualquier atención a mujeres en situación de violencia. Incluso los últimos reportes indican que la línea no funcionaba y no estaba siendo atendida cuando, el deber como sociedad civil, es forzar esas estructuras a que respondan.

Las mujeres cubanas necesitan saber que esas instituciones que se han puesto a su disposición sí las salvaguardan y las protegen, pues la ineficiencia de las propias estructuras puede condicionar a muchas víctimas a no llevar hacia adelante su denuncia. Súmese a ello el papel de la prensa oficial, que no ha abordado el caso, y a la que le corresponden prácticas éticas cabales y con una perspectiva de género intencionada para proveer un acompañamiento digno y cuidadoso.

Asimismo, hace falta transparencia y comunicación desde las propias instancias penales. La reparación de las víctimas no comienza con los veredictos, sino desde que deciden denunciar o pedir asesoría y ayuda. Testimoniar sobre conductas que vejaron la integridad sexual, física y emocional resulta hostil si el espacio para hacerlo es una estación de policía, frente a hombres uniformados como agentes de la autoridad. Estar informadas forma parte de dinámicas reparadoras para las víctimas de violencia de género, como también forma parte el no ser estigmatizadas ni revictimizadas en estos trámites.

Que el expediente Bécquer nos sirva para conocer que la violencia de género es un problema colectivo y estructural donde las víctimas son siempre el eje de todas las ayudas.

La lucha contra la violencia de género es una lucha política

Un Estado que no ve los abusos también es cómplice. «Yo no creo nada. Yo creo en la Revolución» fue la frase que utilizó el músico cuando le increpé en las afueras de un concierto en el Centro Cultural Arte Habana, el día después de publicado el reportaje en El Estornudo.

Son momentos de alta fragilidad política y polarización como para comprometer el discurso, promovido por las estructuras de poder y los medios de propaganda gubernamental, sin pensarlo dos veces.  La lucha contra la violencia de género es una lucha política. Esta misma característica la hace transversal a cualquier sistema político e ideológico. El patriarcado es un sistema de organización social que prima en casi todos los sistemas de relaciones sociales y se rige por leyes más o menos universales.

Bécquer no está instrumentalizando el tema de la violencia de género para una política, sino que está haciendo uso instrumental de una agenda política para asegurar impunidad ante una agresión. Y al no desarrollo de estrategias efectivas, concretas y creíbles para proteger a las mujeres, le suma a la Revolución, el cuño de aupar a un violador.

No es de extrañar que, en una sociedad machista como la cubana, los agresores y depredadores sexuales se encuentren desplegados en un sinnumero de espacios, conquistando las áreas de la cultura, la política, la economía, y más. Tanto dentro del oficialismo como en la oposición. No es la única sociedad patriarcal y machista del mundo, pero es la que más me duele.

Para lograr que el movimiento Me Too derive en un verdadero cambio cultural que elimine este tipo de violencias en la sociedad es necesario dejar de ver los casos de acoso y abuso como unos simples actos individuales y aislados. No son sólo las personas perversas y depravadas, sino toda la complicidad alrededor de estos actos, su normalización e impunidad. Este puede ser el comienzo de una conversación mucho más larga y sostenida en el tiempo, con resultados concretos como se merece la ciudadanía cubana en general y como se merecen las cubanas en particular: salir lo suficientemente fortalecidas para crear las redes de apoyo que esas mujeres necesitan a nivel de legislación. Algunas llevamos años denunciando y es importante reconocer, cada vez que regrese un pico de MeToo, las denuncias pasadas de otras valientes mujeres, también sin respuesta efectiva, y se podrá sensibilizar sobre los efectos estructurales del patriarcado.

Estamos a mediados del 2022 y hasta 2028 no se analizará un proyecto de Ley Integral contra la Violencia de Género en Cuba. Entre tanto, habrá feminicidios, violaciones, abusos y otros actos de violencia suficientes para llenar varios tomos de reportes.

La denuncia de La Diosa estuvo penalmente activa desde el 2019 hasta la muerte de El Tosco hace par de meses. Al día de hoy, las denuncias hacia Fernando Bécquer se encuentran en las oficinas de Fiscalía General de la República Cuba, también sin fecha de respuesta. Lo que hay alrededor de este trovador es complicidad pura y dura; porque pertenece a un círculo que combina una retórica de la bohemia, el alcohol, la poesía, con la impunidad que ofrece un espacio de poder, el de la institucionalidad de la cultura cubana. La misoginia y el machismo en este, y otros espacios, no son noticia, pero insistir en el privilegio de esa posición de poder por sobre los reclamos directos de las víctimas y permitir que siga en las calles, acosando, es una bajeza.

El MeToo cubano no debería pasar cada dos o tres años, no tiene que decirlo nadie. Aunque seguro conversarán unos con otros sobre cuán exageradas e hipersensibles se han puesto las mujeres últimamente. Lo demuestran cada vez que juegan a permitir otra carga sórdida a la sentencia: “Con la Revolución todo, contra la Revolución nada”. Yo sí les creo, como mujer que ha sido víctima de violencia de género. ¡Matria y Vida!


Kianay Anandra Pérez (La Habana, 1996) Feminista. Periodista. Ha colaboradorado con distintos medios como la revista Tremenda Nota, Alas Tensas y Árbol Invertido.

Ilustración por Maikel Martínez Pupo. Lo puede encontrar por @MaikelStudio @maikelmartinezpupo.

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