agosto 10, 2022
Jennifer Portelles Toledo

En torno a las migraciones, el envejecimiento y los desafíos de ser mujer en Cuba

Cuba, país con una transición demográfica avanzada, ha tenido una creciente ola migratoria, antes y durante la pandemia, por la crisis social, económica y política que está atravesando. La mayoría de quienes emigran forman parte de ese sector de la población económicamente activo, entre cuyas motivaciones para migrar están la de ayudar al sustento de su familia en la isla. Por lo que dicha migración tiene gran impacto en el cuidado familiar, específicamente en el cuidado de las personas mayores.

Es, en este contexto, donde se impone la pregunta sobre qué país estamos construyendo en medio de una “tarea de ordenamiento monetario”, cuyos impactos son leídos como una vuelta al llamado Período Especial de los 90’, donde se dolarizó el país y los artículos de primera necesidad se conseguían sólo si tenías monedas extranjeras para comprarlo.

¿Qué país construimos cuando nuestros ancianos viven con la preocupación real de un futuro incierto, inseguro, donde las pensiones no alcanzan para nutrirse dignamente, donde los procesos de búsqueda de alimentos son complejos y extenuantes, donde existe una enorme cantidad de trabas burocráticas y falta de acceso a las nuevas tecnologías digitales? ¿Qué queda para los jóvenes cuyos márgenes de crecimiento profesional y personal están cada día más limitados? El presente análisis pretende poner en relación la realidad de las personas mayores, la emigración de los más jóvenes y la crisis de cuidado profundizada con la pandemia.

Envejecimiento y cuidado

Cuba tiene identificados grandes desafíos: la población adulta, mayor de 60 años, se incrementa, mientras que la población en edad laboral tiende a decrecer. La estrategia de desarrollo de Cuba, con vistas al 2030, proyecta un conjunto de acciones asociadas al cuidado. Aunque, al mismo tiempo, en la realidad se debilitan los presupuestos de protección social, lo que crea un déficit de servicios de cuidados ante el dilema de la tendencia al decrecimiento de la población y las restricciones económicas del país. Mientras tanto, se incrementan los nacimientos en madres adolescentes que interrumpen sus estudios, postergan su participación laboral y, en algunos contextos, dedican sus vidas al trabajo doméstico y de cuidado (Alfonso, Lara, Romero, 2020, p58)

Otros de los problemas, con la provisión de cuidados en Cuba, es el déficit de recursos económicos de las familias para contratar personal especializado en el cuidado de sus personas mayores. Dígase cuidadores privados u otras alternativas, como hogares de ancianos de instituciones religiosas o estatales como el Convento de Belén, las casas de residencia para la tercera edad de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHC), el Hogar de Ancianos Santovenia, y otros, que tienen mejores condiciones, pero no igual accesibilidad para todos los ancianos. También está el problema del financiamiento para el cuidado de muchas personas mayores que viven solas, no tienen ayuda familiar y/o necesitan del cuidado permanente.

La discriminación de la vejez en el espacio público se puede constatar a través del trato y/o maltrato que reciben muchos de los ancianos internados en hogares de ancianos estatales, hospitales, calles y espacios públicos en general. Podría esto deberse al pensamiento generalizado de la creciente pérdida de valores en la sociedad cubana actual, que viene desde los años 90’ luego de la caída del Campo Socialista. Irrespetos ciudadanos, de incivilidad, muchos por la carencia económica devenida en mayores oleadas de disidencia, delincuencia y oportunismos. Esta última, se percibe mucho más en el trato hacia las personas mayores o discapacitadas, pues su actividad social ya no se percibe útil y por tanto resulta innecesaria.

La idea de la vejez se ha establecido, en las sociedades contemporáneas, como freno a la idea de desarrollo. No obstante, muchas políticas, seguros o instituciones de salud tratan de proteger a la ancianidad vista como un sector poblacional mediante los llamados servicios socio-sanitarios, con el objetivo de garantizar su dignidad y bienestar y promover su independencia y autonomía. Son insuficientes las aperturas que se hacen para incluir a las personas mayores. Es necesario desechar esa representación de la ancianidad como una etapa casi concluida de la vida, por tanto, sin el derecho ni la dignidad que merece.

Si bien la estructura demográfica envejecida es uno de los grandes retos de Cuba, por suponer presiones importantes debido al incremento de las pensiones y el costo de la atención a la salud, también lo es su incidencia en el patrón de crecimiento —al convertirse la fuerza de trabajo en un recurso relativamente escaso— y en la estructura de los servicios sociales (pcc, 2017, p. 2). Para promover la corresponsabilidad del cuidado no es suficiente cambiar políticas y leyes; es fundamental también desarrollar estrategias que transformen creencias y normas sociales imperantes. Esto a la vez supone la construcción de sistemas de cuidados en un sentido más amplio, concebidos como un bien de carácter público con responsabilidades públicas a cubrir de manera más integral (Alfonso, Lara, Romero,2020).

En la otra cara de la moneda están los jóvenes, quienes dirigen su válvula de escape a desarrollar vías de emprendimiento, o en muchos casos, salir del país.

Emigración

La emigración constituye un fenómeno endógeno y endémico de la sociedad cubana, con profundas raíces históricas en el orden político y económico, las cuales se profundizan y amplían a partir del proceso revolucionario que triunfa en enero de 1959 (Aja, Rodríguez, Orosa, Albizu-Campos, 2017). Según investigaciones más recientes, en Cuba, las migraciones de los últimos años responden, cada vez más, a los desplazamientos temporales y la necesidad de incorporarse a un mercado laboral en los sectores de los servicios, la construcción y el comercio, empleos más fáciles donde los más jóvenes comienzan a iniciarse e insertarse en la economía capitalista.

Muchos jóvenes renuncian a las profesiones y a las capacidades ejercidas en Cuba motivados por una necesidad de expansión económica, de realización personal y profesional. Envejecer o vivir en Cuba es una dificultad para los que piensan en prosperidad económica, en condiciones de vida confortables, en una salud y políticas públicas de mayor eficiencia y calidad, en tener acceso a los productos de primera necesidad o contar con una vejez digna.

Sin embargo, muchos no cierran la puerta de regreso a Cuba por los lazos afectivos y posibles proyectos económicos. Algunos reinvierten sus recursos, hacen negocios y sacan ventajas de la devaluación de la moneda cubana a través de la venta de productos en divisas en el mercado negro, aprovechando el desabastecimiento del mercado y los problemas propios de un modelo económico que no puede producir los bienes y servicios que necesita la población para satisfacer sus necesidades básicas.

La mayoría de esos retornos son coyunturales, temporales, pues buena parte de los jóvenes regresan para no perder la ciudadanía cubana y acogerse a las oportunidades de conservación de derechos de propiedad, al amparo de las oportunidades que ofrece la nueva legislación migratoria. Poco después salen nuevamente y protagonizan una migración más bien de tipo circular (Rodríguez, Albizu-Campos y Alfonso de Armas, 2017).

Las explicaciones del fenómeno de la transición demográfica en Cuba están enfocadas en una reducción de la fecundidad y de la mortalidad, y, por ende, en un acelerado envejecimiento de la población y la migración, otro factor de peso en la composición demográfica de la población cubana.

La selectividad de la migración, en la que se prefiere los estratos jóvenes y adultos en edades económico-productivas, fortalecerá su rol como factor de aceleración del envejecimiento de la estructura por edades de la población. Aunque la emigración en términos de tamaño y estructura aún no han sido medidas en toda su magnitud, existe un evidente rejuvenecimiento y feminización de las migraciones, lo que tiene un evidente impacto en que los niveles de fecundidad continúen disminuyendo, que la población económicamente activa se reduzca, una disminución de los cuidadores tanto familiar o institucional -siendo coherente con que los roles de cuidado siguen recayendo en las mujeres en Cuba y América Latina- y por tanto una posible gran crisis en los sistema y programas públicos de atención a la tercera edad (Acosta, 2021).

El patrón de actividad económica de la población ha disminuido drásticamente por la incapacidad del modelo económico cubano de aprovechar el capital humano, además de la pérdida de la capacidad de reemplazo de la población económicamente activa, observándose la reducción más importante del nivel de actividad económica de la población que ocurren en las edades jóvenes, de 20 a 45 años. Sumado a esto, el promedio de vida activa de las mujeres cubanas disminuye rápidamente a medida que avanza la edad (a partir de los 30 años) y una razón plausible tiene que ver con su salida prematura del mercado de trabajo para dedicarse al cuidado de otras personas, notablemente de personas de edad avanzada, en la medida en que deben suplir la insuficiencia institucional en esa actividad (Rodríguez, Albizu-Campos, y Alfonso de Armas, 2017).

Ser mujer

Según la estrategia de desarrollo de Cuba, hasta el 2030, existe un enfoque parcializado del cuidado, puesto que hace recaer en las mujeres de la familia, y programas asistenciales de atención al envejecimiento poblacional. La estrategia no se diseña como un ejercicio de construcción participativa, con enfoque de género, que garantice consenso acerca de los objetivos a cumplir, para alcanzar las transformaciones integrales y coherentes necesarias, en aras de lograr que el cuidado trascienda la transición demográfica, el mercado laboral y cambie la visión por la prosperidad y la sostenibilidad de la vida desde una mirada feminista (Alfonso, Lara, Romero, 2020 p.40)

El cuidado informal femenino y familiar son de los más comunes en Cuba, en muchas ocasiones, porque los familiares no tienen la opción de acceso a instituciones formales como las casas de abuelos u hogares de ancianos. Súmese a ello, los propios problemas del sistema de salud y atención a las personas mayores, en estado de colapso por la falta de infraestructura, recursos humanos, materiales y muchas veces por carencias espirituales o la poca vocación para el cuidado.

Una creciente ola migratoria de mujeres jóvenes, en edad productiva y reproductiva, unido a un posible no retorno, conlleva a una recarga al sistema de cuidados. Probablemente impactará favorablemente a la economía cubana, debido a que comenzarán a llegar una serie de remesas al país para pagar los servicios de cuidado. Pero dicha plataforma de cuidados y asistencia para la población adulta es deficiente.

¿Por qué las mujeres queremos emigrar más que los hombres, que desventajas tenemos en un país como Cuba? Algunas pueden haber renunciado al empleo estatal o no desear emplearse en este sector por ausencia de servicios de apoyo y cuidados, lejanía de los centros de empleo, insatisfacción con las condiciones de trabajo y desmotivación por los salarios y sueldos. Las mujeres cuentan con menos recursos para el empleo no estatal: propiedades, capital financiero, entre otros. La mayor morbilidad la tienen las mujeres con respecto a los hombres, unido a que el 36,4% de las mujeres cubanas mayores de 15 años tienen como actividad principal los quehaceres del hogar según datos de la ONEI, 2012 (Alfonso, Junco, Romero, Echevarría y Proveyer, 2020). Dichos datos confirman que la juventud puede estar renunciando a los modelos y estereotipos de género que ven en las generaciones de mujeres mayores y cuidadoras, no deseando así, seguir reproduciendo dichos roles y uno de los modos para superarlo es emigrando y buscando otras alternativas de vida.

Para las mujeres sobrevivir en dicho contexto se hace doblemente difícil si es que se quiere envejecer dignamente. La calidad de vida, el bienestar humano y el derecho a una vida decente es cuestionable en un país que no tiene expectativas de mejoramiento del bienestar, ni ha creado las condiciones necesarias para un envejecimiento saludable.

Los desafíos seguirán siendo múltiples. ¿Quiénes cuidarán a nuestros ancianos, ir o quedarse, cómo enfrentar, en un país con semejante situación demográfica, un sistema económico disfuncional, y nosotras? Todas dicotomías de un país en crisis permanente.


Jennifer Portelles Toledo, Socióloga, con experiencia en el cuidado familiar y políticas sociales sobre el envejecimiento en Cuba. Ha desarrollado temas sobre consumo cultural, desarrollo local y  temáticas relacionadas con los conceptos de bienestar y buen vivir desde la ética de la permacultura. Especializada en el marketing, cultural digital y en el desarrollo de contenidos audiovisuales.

Ilustración por Maikel Martínez Pupo. Lo puede encontrar por @MaikelStudio @maikelmartinezpupo.


Bibliografía

Acosta, E. (2021). “Migration and Elderly Care When Women Leave, Who Cares for Older Adults? A Case Study of Cuba”, in Mora, C. and Piper, N. (Eds.). The Palgrave Handbook of Gender and Migration, Palgrave Macmillan, p. 167-183. 

Albizu-Campos Expidiera, J.C. (2020). Una mirada a la población económicamente activa. Novedades en la Población, Cuba.

Aja Díaz, A., Ofelia Rodríguez Soriano, M., Orosa Busutil.R., Albizu-Campos Espiñeira, J.C. (2017). La migración internacional de cubanos. Escenarios actuales, Revista Novedades de Población, vol.13 no.26, La Habana,

CEDEM, ONE, MINSAP (1995). Cuba. Transición de la fecundidad. Cambio social y conducta reproductiva ().

Rodríguez Gómez, G., Albizu-Campos, J.C., y Alfonso de Armas, M. (2017). Bono de género. Aproximación a Cuba. Universidad de la Habana, Centro de Estudios Demográficos. 

Alfonso Gonzalez, G., Lara Junco, T., Romero Almodovar M., Echevarría León, D. Proveyer Cervantes, C. (2020). Los Cuidados en la Ruta hacia la equidad en Cuba. Editorial Filosofía, La Habana.

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