julio 29, 2020
Aldo Alvarez

Tres eventos que formarán el futuro de Cuba

La realidad cubana se encuentra en constante transformación. Como ocurre en todo proceso de cambio, habrá acontecimientos que marcarán la diferencia y que configurarán el carácter y la dirección de estas transformaciones, al incidir de manera directa o indirecta en el escenario político del país. De tal modo, en los próximos doce meses se esperan tres eventos relacionados con Cuba que tendrán las características previamente mencionadas. Estos acontecimientos van a condicionar el futuro de la nación. Por tanto,  entendemos que merecen nuestra mayor atención.

Con relación al proceso de transformaciones en Cuba, es necesario aclarar que comprendemos que desde una parte considerable de la sociedad se ha reclamado en innumerables ocasiones un ritmo más acelerado de las reformas promovidas desde el Gobierno. Las posiciones son disímiles como es propio de  una sociedad cada vez más heterogénea. Por ejemplo, algunos sectores consideran que el proceso de reforma en la Cuba actual no es o será nunca suficiente; y no vale de nada, pues el problema es sistémico y requiere de una transformación total.  Para otros, los cambios no han sido ni son siquiera necesarios, y los esfuerzos de nuestra nación deberían estar enfocados en recuperar las formas de otros “tiempos mejores” donde todo era más fácil y sencillo. También están quienes, tanto dentro como fuera de Cuba, prefieren mantenerse alejados “de la política” porque las circunstancias no son las más favorables para emitir sus opiniones, o porque consideran que no existe una correlación favorable entre las energías que se invierten y los réditos potenciales. Finalmente, otros, que se encuentran alejados en espacio y tiempo de Cuba por razones migratorias, se mantienen aún anclados a realidades anteriores, que pueden manejar y entender mejor, e insertan sus nuevos conocimientos dentro de aquellos escenarios, entremezclando cuestiones propias de diferentes décadas, y quizás prefieran opinar un poco menos.

Sin embargo, desde cualquiera de estas posiciones, o desde muchas otras que se pueden encontrar en una aproximación más profunda a la sociedad cubana actual, es reconocible que Cuba se encuentra en un proceso de cambio, de reconocimiento de nuevas realidades, y de reajustes con respecto a diferentes relaciones: sociedad-gobierno, sociedad-emigración, sociedad-sector privado, etc. Este escenario, potenciado por las nuevas tecnologías, provoca un redimensionamiento de la participación ciudadana en los diferentes fenómenos que inciden en nuestra cotidianidad. Un ecosistema diferente, donde conviven las redes sociales, los influencers, los artículos de opinión, las investigaciones académicas, las noticias de medios independientes, los comunicados de prensa oficiales, etc. Esto aplica incluso para aquellos que no tienen acceso a la información en tiempo real, o en todo momento, y que acceden a este ecosistema mediante fuentes alternativas o indirectas, como el Paquete o la Mochila; mediante sus cuentas de internet solo asociadas a sus correspondientes centros de estudios o laborales; o haciendo un uso muy medido de los paquetes de datos móviles, entre otras formas.  Hemos pasado, en un período de tiempo relativamente corto, de ser un país en ausencia de información  ── donde era bien complejo conocer una opinión, saber sobre algo específico, comunicarse con otros ── a sufrir las consecuencias de la sobreinformación y la infoxicación; o sea, a tener los mismos problemas que el resto de las sociedades postmodernas, el de lo difícil de procesar sobrecarga de información.  

Casi todas las semanas nuevos sucesos virales se convierten en protagonistas (los limones de Diaz-Canel, la visita a la playa de Pau Massola mientras se mantenía la cuarentena, el ingreso del humorista Juan Carlos “el Gordo” como consecuencia de acusasiones de ser un influencer que actúa desde el anonimato). Por otra parte, todos los meses tenemos la suerte de contar también con excepcionales miradas a la realidad cubana, ya sea desde la perspectiva económica (Ricardo Torres, Triana Cordoví, Everleny), cultural (La Jiribilla, Rialta), o social (Temas, Flacso, Centro de Convivencia). También, tenemos la oportunidad de leer las diferentes opiniones sobre temas de relevancia e interés (Joven Cuba, Estornudo), o la posibilidad de tener acceso a una investigación períodistica sobre determinados temas (ElToque, Periodismo de Barrio), sin olvidar trabajos muy positivos que más a menudo vemos en ciertos medios oficiales (Cubadebate, Juventud Rebelde) o en los medios televisivos (Lázaro Manuel Alonso, Thalia González, Abdiel Bermúdez) a pesar de otros que no lo son tanto. Además, ya es cotidiano recibir casi literales bombardeos de información de todo tipo por medios que replican una y otra vez desde temas de cierta relevancia (modificaciones a las regulaciones aduanales, por ejemplo) hasta lo que podría considerarse lo más insulso (una opinión recogida en Facebook sobre alguien específico sobre cualquier tema en particular).

En este mar de buenas –y a veces no tan buenas– intenciones, que nos obliga a estar pendientes en todo momento de los sucesos que se sobreponen, y en el que participamos ya sea activa o pasivamente, se puede correr el riesgo de perder las perspectivas sobre cuáles son las diferentes versiones posibles de nosotros mismos para los próximos años. En el exceso del presente, tendemos a olvidarnos del futuro. Es en este sentido que consideramos relevante remarcar aquellos acontecimientos que, de manera previsible, nos condicionarán para enfrentar el proceso de transformaciones socio-político-económicas en el que se encuentra inmersa en estos momentos nuestra nación.

Ordenados de manera cronológica, estos acontecimientos serían:

  • La implementación (con demasiado retraso) de las medidas estructurales previstas en los documentos prográmaticos aprobados por las autoridades cubanas en el VII Congreso del PCC (año 2016). Período de implementación: antes de marzo/2021.
  • Las elecciones de noviembre/2020 en los Estados Unidos de América.
  • El VIII Congreso del Partido, a celebrarse en abril/2021.

Es importante señalar como, intercalado en los dos acontecimientos nacionales que consideramos más relevantes para los próximos meses, hemos incluido un suceso que es ajeno a nuestra realidad nacional. Sobre este tema no quisiéramos detenernos, pues existen numerosas investigaciones desde diferentes áreas del conocimiento donde se explica detalladamente cómo, aunque existe margen de maniobra desde nuestra nación para ejercer su soberanía nacional y tomar decisiones propias que determinen su futuro, por múltiples razones la relación con Estados Unidos ha condicionado la política cubana al menos en los últimos dos siglos. Por tanto, incorporaremos en nuestro análisis de manera muy concisa cómo algunos de esos elementos se reflejan en las elecciones del próximo noviembre en Estados Unidos.

La implementación de las reformas aprobadas durante el 7mo Congreso del Partido Comunista de Cuba.

Es cuanto menos curioso, que un paquete promovido por el gobierno de un país no sea luego puesto en marcha, o que una vez comenzado, no haya cumplido casi ninguno de sus postulados. Lo sucedido en Cuba durante los últimos años –o deberíamos decir mejor, lo no sucedido– es un ejemplo claro de que las autoridades cubanas, al parecer, pusieron toda su atención en la transición del poder –aún en curso– y descuidaron lo que finalmente debería haber acompañado a dicho proceso, dígase del programa político, social y económico que debería haber sido ondeado como su principal bandera. No ha sido hasta ahora, en tiempos de pandemia y de consecuente crisis económica, en el que además se necesita el apoyo popular en un grado mucho mayor que en las circunstancias habituales –que tampoco es que sean las mejores– que se ha recuperado en el discurso oficial el tema de las reformas ya aprobadas – aunque aún, inexplicablemente para muchos, pendientes.

Lo cierto es que, llegado el verano de 2020, el Gobierno cubano ha manifestado públicamente que se propone recuperar el tiempo pérdido y retomar la implementación de los “Documentos del 7mo. Congreso del Partido aprobados por el III Pleno del Comité Central del PCC el 18 de mayo de 2017 y respaldados por la Asamblea Nacional del Poder Popular el 1 de junio de 2017.” Entendemos que, doce años después de que se comenzaran las reformas, se puedan justificar a los excépticos que, como los pueblerinos de la fábula del Pastorcito, no se asusten al llamado de “ahí viene el lobo”. Pero, precisamente por esas razones, la capacidad que tengan las autoridades cubanas de realizar dichos cambios, y el ritmo que se le impregnen a los mismos, es lo que nos ha llevado a considerar que este período, contemplado bajo este prisma, puede considerarse como un acontecimiento relevante que definirá los próximos años de nuestra nación.

Algunos de las transformaciones que se anticipan desde la sociedad, y que han tenido un mayor reclamo durante los últimos años, han sido: (i)  la unificación de la moneda, (ii) la reforma salarial y una relación más adecuada entre trabajo-salario-poder adquisitivo, (iii) el reconocimiento de la personalidad jurídica en el sector privado, esto es la creación de un sector empresarial no estatal, (iv) una mayor flexibilidad de la empresa estatal, y una interacción habitual con el resto de sectores de la economía, (v) una política económica enfocada en el progreso, en la creación de riqueza (vi) la eliminación de trabas burocráticas, en cualquier aspecto, (vii) un mayor dinamismo en la toma de decisiones a nivel local y provincial (viii)  una relación más cercana con la emigración, entre otras pretensiones bien reconocidas ya por los diferentes canales de comunicación social que mencionamos anteriormente. La lista es larga.

En este escenario crítico, se identifican varios elementos relevantes: una aparente voluntad política desde la cual se hace un reconocimiento público de los problemas, un reclamo popular continuado sobre muchos de estos temas; la posibilidad de la ciudadanía de expresarse en las redes sociales sobre  temas de interés, y por tanto con una cada vez mayor participación en los problemas que le atañen. Si en un entorno como este, no se logra avanzar en las reformas, o cuanto sea que se avance y en el sentido que sea, nos debería dar una idea real de las verdaderas capacidades de las autoridades cubanas actuales (cada vez con menos presencia de la denominada “generación histórica”) para llevar a cabo sus propios programas de gobierno.

Las elecciones de noviembre/2020 en los Estados Unidos de América.

Tal como hemos aclarado, las razones para considerar las elecciones de otro país como acontecimiento relevante en Cuba, solo tienen sentido desde la perspectiva del conocimiento de la influencia de la política exterior estadounidense en los escenarios mundiales, principalmente a partir de la Segunda Guerra Mundial. En el caso cubano, la influencia de dicha política exterior se encuentra magnificada por varias razones: (i) la cercanía geográfica y la importante influencia estadounidense en la política de los países del hemisferio, (ii) las diferencias políticas potenciadas por décadas de enfrentamiento ideológico, (iii) la asimetría entre ambos países y sus consecuencias económicas para el desarrollo de Cuba, (iv) la existencia de una comunidad de cubanos en Estados Unidos (promovidos por específicas medidas locales de dimensión y trascendencia política) con capacidad de voto (probablemente definitorios para las elecciones en  la Florida), (v) y de una masa política local con una agenda definida en relación con el tema cubano (que la usa como medio, aunque no como un fin en sí mismo, lo que se ejemplifica fácilmente en que después de décadas de aplicación de dichas políticas, no se han obtenido los resultados previstos y prometidos a su electorado), (vi) la manera en la que se encuentra configurado el sistema económico mundial y la incidencia en las instituciones regionales e internacionales de la política exterior de los Estados Unidos, (vii) las sanciones sobre la banca y el acceso a financiamiento internacional, las cuales hacen muy difícil que se desarrolle la economía cubana y por tanto su infraestructura, entre otras.

Por esas razones, como ya se demostró durante el brevísimo período de descongelamiento promovido por la Administración Obama, existe otro escenario posible para que el sector privado, la emigración o diáspora (según se interprete), la sociedad civil y la ciudadanía en general, promuevan las transformaciones sociales que entiendan y que sean capaces de realizar en nuestra nación. Las dinámicas propias de la sociedad cubana, sin embargo, han estado contaminadas por las políticas promovidas por la administración actual. Cuatro años después de la reaplicación de estas medidas, promoviendo sanciones económicas y afectaciones para la sociedad cubana en general, no nos encontramos ni un mejor escenario ni unas mejores condiciones para el desarrollo social de la ciudadanía cubana.

Las críticas realizadas a la postura de acercamiento de la administración Obama (que bien podrían ser similares a las de la próxima administración en caso de que Biden fuese electo presidente), argumentadas en que había entregado “todo” a cambio de “nada”, se encuentran basadas o en un profundo desconocimiento del entramado social cubano actual, o en un total desinterés por promover procesos de transformaciones sociales en Cuba que se alejen del objetivo reconocido como el “cambio total” (para el cual no identificamos las condiciones ni en la Cuba actual, ni en ninguna de sus versiones anteriores), por no mencionar la opción de un extremo cinismo por parte de un sector de la clase política de la Florida que utiliza el tema cubano solo para obtener votos y ascensos políticos. El mejor ejemplo que podemos mostrar es que precisamente la incidencia de estas políticas tradicionales en las transformaciones sociales de, digamos, los últimos cuatro años en Cuba, ha sido mínima. Esto significa que a pesar de que la política de la Administración actual hacia Cuba ha estado destinada a provocar el perseguido “Estado fallido”, la sociedad cubana se encuentra en un importante proceso de transformación socio-económica que puede ser trascendental para los próximos años. En vez de promover y apoyar dicho proceso de cambio, lo entorpecen.

Por tanto, consideramos que otros cuatro años de las políticas actuales, significarían perder cuatro años más deambulando en la dirección opuesta a nuestro camino como nación: el diálogo, la reconciliación nacional, y la construcción de una Cuba futura en la que se identifique el progreso económico y social como objetivo común para toda la ciudadanía, incluida la transnacional. Aunque para muchos Obama cedió en su política hacia Cuba y no recibió nada a cambio, lo cierto es que ese “nada” significó la apertura hacia un período diferente, con unas dinámicas diferentes, en el que los cubanos tendrían que preocuparse menos por la política – y los políticos- de los Estados Unidos como un factor de relevancia para la configuración de su futuro, y más por sus propias relaciones con el pueblo estadounidense. Consideramos que la sociedad cubana es capaz por sí misma de establecer sus propios objetivos y de reclamar las transformaciones sociales que considere. Todo lo demás en el medio, solo son ruidos e interferencias a favor del retraso de nuestro futuro.

El VIII Congreso del Partido, a celebrarse en abril, 2021.

La “generación histórica”, por cuestiones meramente biológicas, está desapareciendo. Es tan evidente que no consideramos ejemplificarlo. La consecuencia natural de  ese fenómeno ha sido la transición generacional del poder en la que ha estado enfrascado el país durante los últimos cuatro años. Nos referimos a una nueva Constitución, unas estructuras y formas diferentes para el ejercicio del poder, unos objetivos declarados para 2030, un ambicioso cronograma legislativo. En abril de 2021 quedará configurado el Gobierno cubano de una manera definitiva para el próximo período. A partir de ese momento, se valorarán las posiciones de cada uno de sus miembros, los nuevos balances de poder, y se podrá comprobar finalmente la teoría de que si algunos de los miembros actuales del gobierno eran los que retrasaban las reformas, o si el problema es más profundo y sistémico. El VIII Congreso del Partido será el punto de partida de un período que podría ser distinto para la realidad cubana.

No obstante, nada de eso será suficiente por sí solo. Se requieren unos espacios más democráticos de diálogo entre sociedad-gobierno, la búsqueda de un mayor consenso social en la toma de decisiones,una plataforma potenciadora para el sector privado, un escenario más favorable para la reintegración social de la emigración/diáspora, un reconocimiento mayor a los reclamos precisos de sectores poblacionales como los defensores de los animales y la comunidad LGTBI+, o a reclamos generales de sectores más amplios de la población como los descritos previamente, una interpretación extensiva de las diferentes normativas que se generen y un mayor control socio-gubernamental para su implementación y sobre todo, su cumplimiento. Estas, y otras, serán algunas de las cuestiones que definirán si las transformaciones sociales en Cuba serán simplemente superficiales y cosméticas, o si estamos en presencia de un proceso más profundo que nos traerá la posibilidad de construir, en conjunto, un mejor espacio social donde propiciar una mejor convivencia en nuestro país.

Conclusión:

Los resultados de estos tres acontecimientos previsibles nos ayudarán a tener una mejor idea de cómo podrá ser el futuro cercano de Cuba (al menos hasta 2024-2025). Como todos sabemos, existen también otros factores imprevisibles que suelen incidir en los fenómenos sociales y políticos. Consideramos que existe una combinación ganadora que propiciaría un mejor escenario para la transformación de la sociedad, esta sería que (i) se lleven a cabo las transformaciones pendientes previstas hasta marzo de 2021 y que por tanto se provean los elementos suficientes para que la sociedad pueda convencerse de que esta vez las reformas si serían profundas, (ii) se modifique la política de los Estados Unidos hacia Cuba (previsiblemente con la elección de Biden como presidente) apostando por el apoyo y la promoción a las reformas y el contacto directo, y sin ataduras, entre las sociedad cubana y la estadounidense, tanto empresarial como de pueblo a pueblo (iii) se termine el proceso de relevo generacional en las estructuras de poder en Cuba, y eso provoque que las autoridades se concentren finalmente en la implementación total del proceso de reformas socio-económicas, que tanto requiere nuestra nación. En cualquiera de los casos, en los próximos doce meses debemos tener nuestras respuestas. Recomendamos que se mantengan atentos. Es nuestro futuro lo que está en juego.

Aldo Alvarez es un abogado y miembro «Joven Profesional» del Cuba Study Group. Vive en La Habana, Cuba.

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